jueves, 3 de enero de 2008

Ensayo: PROYECTANDO EL CAMBIO

Por Diego López


Una de las mayores incertidumbres que se me ha presentado durante este último tiempo en el Profesorado, y se ha agudizado en la etapa de Residencia, es la continuidad o no, de proyectos llevados a cabo por docentes en el área de Lengua, como así también la forma de trabajarlos, en el transcurso de la escolaridad de nuestros alumnos en las escuelas primarias. Obviamente no hablo de proyectos en donde los objetivos se planteen para ser cumplidos en poco tiempo, por el contrario hago referencia a aquellos que nos permitan abordar “cuestiones” de la Lengua y la Literatura, como lo son la ortografía, los verbos, la gramática, etc.

Hablando de ello, es de público conocimiento, más aún si se frecuentan las escuelas de nuestro país, que se siguen analizando oraciones y dando toda la descripción gramatical de la lengua. Los alumnos siguen recitando los verbos de memoria, clasificando los adjetivos,... como alguna vez nosotros también lo hicimos, y sólo de recordarlo se me pone la piel de gallina, (¡y eso que soy de Boca!). En contraposición con esto, en la cátedra de Lengua en el Profesorado, hemos aprendido que “saber lengua” es saber usarla, saber hacer, por lo que nos debemos centrar en los procedimientos. Los conceptos deben ser el punto de llegada, no el de partida como se trabaja hasta ahora. Y esto es mucho más coherente, ya que al plantear los conceptos al comienzo, me está dando la pauta de que al chico se le está truncando la posibilidad de reflexión sobre los hechos del lenguaje.

En uno de los artículos que se encuentran en el Dossier de Materiales Bibliográficos de Lengua III, escrito por la Licenciada Gabriela Monzón, mi profe, con el título “Algunas precisiones en torno de los proyectos de Lengua”….; ella apunta al respecto:”Partamos de que soy una convencida, de que a mí ya no me tienen que seducir acerca de las ventajas de esta metodología; pero precisamente ¿cómo me convencí?, ¿qué la hizo valiosa para mi desempeño en el aula?, ¿qué vi de especial en los chicos participando en proyectos?, ¿qué me pasó con los contenidos?, ¿y la evaluación?...

Ahí esta la clave. En lo mío-la enseñanza de la lengua y la literatura- empecé a trabajar en proyectos porque todo encajó en su lugar. Incluso esos componentes que los docentes no sabemos donde poner ni como acomodar: la ortografía, los verbos, la gramática en general, la escritura, los textos…”

Si bien durante estos años en el Profesorado, la profesora de la cátedra se las ha “visto en figuritas” al intentar desarraigarnos de las viejas y persistentes prácticas pedagógicas y los supuestos que la sostienen, las cuales nos han quedado marcadas a fuego desde nuestros tiempos de alumnos, y que en ocasiones también se han puesto de manifiesto a lo largo de la carrera que elegimos cursar; creo que al final, y más allá de muchas rabietas que se debe pegar la profe con nosotros, una semillita ha prendido.

Sí, de ello estoy seguro. Cuando sea docente, más allá de mis aciertos y errores, lo aportado desde el Espacio Curricular de Lengua, me ha hecho entender que trabajar en forma de proyectos tiene sus ventajas. Es cierto que aún me falta muchísimo por aprender y que para hacer un buen trabajo deberé esforzarme mucho, y es más, creo que cuando me reciba serán asiduas mis visitas a Gabriela en busca de socorro.

Pero lo que me atemoriza no es lo que pueda hacer como docente, no quiero pecar de vanidoso diciendo esto, lo que pasa es que sé que seguiré estudiando y dejando lo mejor de mí para que las cosas salgan lo mejor posible, y de acuerdo a cómo se me ha transmitido y hecho reflexionar en esta etapa de alumno del profesorado. Lo que sí me preocupa como decía al principio, es sobre la continuidad de los proyectos a lo largo de los años que los alumnos estén en las escuelas. ¿Qué pasa con ellos cuando los proyectos elaborados para largos plazos, y que van más allá de un año, son truncados por el docente al año siguiente? ¿Qué ocurre cuando la manera de trabajar entre docentes es tan desarticulada? ¿Qué ocurre cuando aún al haberse estipulado una forma de trabajar con los colegas, estos luego no respeten lo acordado? ¿Qué pasa con aquellos niños que van y vienen entre los caprichos de los adultos, metodologías varias, y nunca les queda nada claro?

Si bien a la hora de planificar un proyecto es necesario establecer las pautas de trabajo entre los involucrados en el mismo, es también sumamente lógico darle continuidad luego. De ello trata Gabriela Monzón en el artículo antes citado: “Hablar de proyectos en el ámbito escolar…, supone un entramado complejísimo de particularidades concepciones, en este caso acerca de la Lengua, la Literatura, la lectura, la escritura, la actividad metalingüística, y primordialmente exige determinado rol docente; el de experto. No solo experto lector y escritor, sino un especialista capaz de hacerse cargo de la transposición didáctica y la coordinación adecuada y eficiente de las situaciones de enseñanza y aprendizaje, que sepa responder a las necesidades puntuales, que se adecue a su particular interlocutor, que se sitúe a su lado y por encima de este, que acompañe y no dirija desde afuera de manera inaccesible. El proyecto acordado en conjunto por el docente y los alumnos, con una adecuada distribución de tareas, tiempos y espacios de trabajo flexibles, nuevas maneras de evaluar, conforma la modalidad ideal para la enseñanza de la Lengua y la Literatura; pero supone una posición de acompañamiento por parte de la institución y sus agentes muy diferente a la que aún predomina”.

Para sumar otra opinión seria sobre el tema, abalada especialmente por su experiencia y trayectoria como docente de EGB, ex alumna de este Instituto, puedo referir lo expresado por Alejandra Levrand, durante su visita a la cátedra Apoyo a la Residencia de Lengua, oportunidad en que se le preguntó por la articulación de los proyectos realizados en el área de Lengua en la Escuela Normal Superior “José María Torres” de la ciudad de Paraná, donde es maestra de tercer año del segundo ciclo, a lo que respondió que ella había podido dar continuidad a un trabajo que había comenzado el año anterior en el segundo año de este mismo ciclo, ya que pudo mantener el grupo de alumnos; de lo contrario esto hubiese resultado un inconveniente. Seguramente de no haber sido así, el proyecto hubiese quedado trunco, y los chicos se habrían tenido que conformar con aprender lo que debían aprender al menos por un tiempo. Pobres de ellos cuando volvieran a la monotonía a que los tenemos acostumbrados.

Es cierto que las inquietudes que se me presentan acerca de la problemática de la continuidad a lo largo de los años de un proyecto serio y responsable, no tienen ni tendrán una pronta respuesta; por lo pronto veo sumamente necesario, ponernos de acuerdo para trabajar en bien de los alumnos. Que estos tengan la oportunidad de leer, escribir y reflexionar sobre textos ya que son parte de la vida, y que si no se aprende con ellos, ¿de qué otra manera hacerlo? Hoy en las escuelas esto casi no se lleva a cabo. Se sigue enseñando a partir de unidades menores (letras, sílabas), para llegar a mayores (oraciones, párrafos). Pero sumando pequeños trocitos nos resultaría imposible llegar a conocer el lenguaje de la escritura, con sus particularidades contextuales, paratextuales, textuales, oracionales; sintaxis, coherencia y cohesión, etc.

En el mismo artículo antes citado, Gabriela Monzón hace la siguiente referencia:”Las empresas o emprendimientos de los que habla Smith poseen considerables diferencias con respecto a las actividades escolares habituales- incluso alguna que se atribuye el nombre de proyecto- pues implican dos principios esenciales: una necesidad de leer y una necesidad de escribir. En la vida cotidiana este es un aspecto intrínseco de las situaciones en que las personas usan la lengua, aunque no así en la escuela, en la cual las actividades lingüísticas está permanentemente signada por el objetivo de lograr su enseñanza, ligada a propósitos didácticos y no necesariamente expresivos o comunicativos. Ahora bien, ¿por qué separar una cosa de otra? Si en la vida diaria aprendemos haciendo ¿por qué la escuela debe colocar al sujeto en situaciones artificiales en las que deba dar cuenta de sus aprendizajes por situaciones burocráticas, porque el maestro lo pide, porque la escuela lo requiere? ¿No es mejor que – inmerso en situaciones auténticas de comunicación- pueda participar de otras expresamente planificadas para que solucione los conflictos que la práctica comunicativa misma le plantea; que le permitan acceder a la reflexión, a la actividad metalingüística, a la información necesaria, no para un simple requisito sino en virtud de las dificultades lingüísticas que se le presentan? ”.

Para cerrar, estoy convencido de que trabajar desde proyectos en los que se manifieste un eje claro, en donde haya actividades de acuerdo al mismo, y en donde los objetivos que nos planteemos tengan una meta segura; nos permitirá contar con el interés de los niños, el deseo de aprender, el sentirse parte del mismo, y el poder trascender, año a año, permitiendo construir significado a partir de situaciones concretas, que permitan resolver conflictos presentes en la vida cotidiana y haciendo usuarios responsables y eficientes de la Lengua.

Para concluir me gustaría traer a la memoria la experiencia relatada por Alejandra Levrand, en la misma charla antes mencionada, en la que mencionó que le dio muchas satisfacciones el trabajar en forma de proyectos, ya que los niños lo sienten parte de ellos, atrayendo su interés, involucrándose cada vez más en el cumplimiento de cada uno de los objetivos que se plantean y renuevan.


(Ensayo producido como Trabajo Final de 3er. año del Profesorado 2007, en el Espacio Curricular: Apoyo Disciplinar a la Residencia Lengua)

No hay comentarios: